Ricardo Aricapa, en un excepcional trabajo de reportero, a partir de voces en tercera persona y primera, la mayoría mujeres, que le han puesto el pecho a la guerra y a sus crueldades, le permite a las víctimas contar no solamente lo que sucedió, sino sus sueños, sus fracasos y efímeras felicidades. Un relato sensible, que muestra cómo los menos favorecidos, atrincherados entre fuerzas ilegales (guerrilleros y paramilitares), en un Estado incapaz de satisfacer sus necesidades primarias, siempre llevarán la peor parte en la hecatombe social colombiana. "El miedo por aquí no se acabó sino que se transformó. Hubo un cambio de actores armados, porque junto con la fuerza pública también entraron unos grupos ilegales que nadie sabe quiénes son y a los que la gente tuvo que seguir obedeciendo y pagando vacunas"
Agua. Agua en infinidad de lugares y manifestaciones. Aquella que brota en pozos y manantiales o la que en forma de cascadas o en infinidad de arroyos busca presurosa la planicie aluvial. Estas corrientes de vida también se enuncian en la multitud de ciénagas que horadan las sabanas o en la miríada de los ríos, esteros y manglares que unen la tierra con la profunda oscuridad del océano. Desde aquel diario con estos y otros mil rostros que ofrece el universo acuático, las comunidades afrodescendientes del Chocó han creado no solo variadas posibilidades de supervivencia material, sino un conjunto de narraciones orales y de prácticas culturales asociadas (agüeros, rezos, conjuros, mágicos, etc.) que les han permitido convertir a este elemento en una parte sustancial del territorio que habitan en la actualidad. De allí que hayan poblado sus líquidos paisajes, entre otros referentes de la identidad negra, con serpientes colosales, con bellas y, a la par, peligrosas sirenas, con luces mister...
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