Afirma Sacks que «somos una especie tan lingüística como musical», y aunque el fenómeno de la música sea complejo, también es susceptible de distorsiones y «enfermedades». Pues no sólo nos eleva a grandes alturas emocionales o actúa de acicate de la memoria, sino que puede sumirnos en la presión o empujarnos a comportamientos obsesivos. El autor examina la relación con la música para arrojar luz sobre ese fenómeno que tanto domina nuestras vidas y del que sabemos muy poco. A través de fenómenos como la «amusia», el hipermusical síndrome de Williams, las alucinaciones, los perjuicios de la fijación con el iPod o la música como inspiradora de terror, Sacks elabora un lúcido análisis de la identidad y de cómo la música es un factor clave para crearla, ya sea de una manera patógena o como un agente enormemente positivo para tratar el Parkinson, la demencia o el síndrome de Tourette.
Agua. Agua en infinidad de lugares y manifestaciones. Aquella que brota en pozos y manantiales o la que en forma de cascadas o en infinidad de arroyos busca presurosa la planicie aluvial. Estas corrientes de vida también se enuncian en la multitud de ciénagas que horadan las sabanas o en la miríada de los ríos, esteros y manglares que unen la tierra con la profunda oscuridad del océano. Desde aquel diario con estos y otros mil rostros que ofrece el universo acuático, las comunidades afrodescendientes del Chocó han creado no solo variadas posibilidades de supervivencia material, sino un conjunto de narraciones orales y de prácticas culturales asociadas (agüeros, rezos, conjuros, mágicos, etc.) que les han permitido convertir a este elemento en una parte sustancial del territorio que habitan en la actualidad. De allí que hayan poblado sus líquidos paisajes, entre otros referentes de la identidad negra, con serpientes colosales, con bellas y, a la par, peligrosas sirenas, con luces mister...
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