En 1968, el Papa Pablo VI viajó por primera vez a América Latina, visitó Bogotá e inauguró la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano que se celebró en Medellín. El gobierno quería mostrar la cara positiva y moderna de Colombia a invitados, periodistas internacionales, turistas y peregrinos. Las autoridades y los periódicos colombianos se mantuvieron atentos para desmentir las versiones de las prensa internacional sobre los esfuerzos oficiales de maquillar las ciudades y esconder la miseria de la mirada de los visitantes internacionales. Por eso, en los mismos días de la invasión de las Unión Soviética a Checoslovaquia que puso fin a la Primavera de Praga, y mientras Chicago, Brasilia y Ciudad de México vivían las protestas y representación contra estudiantes, la policía política colombiana también trabajaba sin descanso. Agentes encubiertos del Estado informaron que diversos actores sociales preparaban asambleas y manifestaciones, con la idea de hacer visibles sus demandas y llevar sus propuestas a los obispos latinoamericanos, en un momento n el que sus voces podían ser escuchadas en diversas partes del mundo. Ese público insumiso, disidente, buscó conquistar barrios, calles y plazas de las ciudades para mostrar, con sus acciones, visiones alternativas de sí mismos y de la sociedad., que contestaban abiertamente las representaciones de una sociedad no conflictiva y las miradas pastoriles sobre los pobres emanadas del poder estatal y eclesial. Medellín (rojo) 1968 es una historia de los conflictos sociales, las movilizaciones populares, las pujas políticas y los desafíos simbólicos que acompañaron, muchas veces en las sombras, esta escenificación de Colombia ante el mundo.
Agua. Agua en infinidad de lugares y manifestaciones. Aquella que brota en pozos y manantiales o la que en forma de cascadas o en infinidad de arroyos busca presurosa la planicie aluvial. Estas corrientes de vida también se enuncian en la multitud de ciénagas que horadan las sabanas o en la miríada de los ríos, esteros y manglares que unen la tierra con la profunda oscuridad del océano. Desde aquel diario con estos y otros mil rostros que ofrece el universo acuático, las comunidades afrodescendientes del Chocó han creado no solo variadas posibilidades de supervivencia material, sino un conjunto de narraciones orales y de prácticas culturales asociadas (agüeros, rezos, conjuros, mágicos, etc.) que les han permitido convertir a este elemento en una parte sustancial del territorio que habitan en la actualidad. De allí que hayan poblado sus líquidos paisajes, entre otros referentes de la identidad negra, con serpientes colosales, con bellas y, a la par, peligrosas sirenas, con luces mister...
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