Cuando el inolvidable Jairo Aníbal Niño estrenó Los inquilinos de la ira y Sebastián Ospina, Tiempo vidrio, los paros cívicos se habían convertido en una turbonada arrolladora. López Michelsen, el presidente liberal, llegó hasta a hablar de "un movimiento subversivo de enormes proporciones".
Paros cívicos de Barbosa, Pasto, La Dorada, Saravena, Puerto Berrío, Barrancabermeja, Copacabana, Tame, Tumaco, San Pablo, Chinchiná, Riohacha, Quibdó, Caucasia, Remedios, Segovia, Leticia, Puerto Asís, El Yopal y otras muchas ciudades intermedias, varios en 2015, enaltecen la gesta de la resistencia civil.
La narrativa criolla ha empezado a volver la vista hacia esta especie de movimiento telúrico, llamado a convertirse, junto con las huelgas de los asalariados y los paros agrarios, en el fenómeno quizá más relevante de los próximos años.
Con la presente crónica, el autor aspira a seguir la misma senda que desbrozaran Jairo Aníbal, Sebastián y algunos otros dramaturgos y narradores.
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